Las marismas del Guadalquivir, cuando todavía no eran ni parque nacional, ni Patrimonio de la Humanidad, estuvieron en el punto de mira de la Empresa Nacional Siderúrgica (Ensidesa) que planteó su drenado para poder construir allí una fábrica que atendiera las necesidades de acero de España en aquellos años primeros del Desarrollismo.